domingo, 30 de diciembre de 2012

Carta al mí mismo de veintitrés años de edad

¡Oye, tarado!:

Así que nomás fuiste y lo hiciste, ¿verdad? O más bien, yo lo hice… Lo hicimos, supongo… Nosotros (tú y/o/más yo) fuimos y nos enamoramos de esa chica, es lo que hicimos/hiciste/hice, ¿no? Por cinco años aprendiste a amarla poco a poco, despacio, como amigo y como persona, hasta que por fin te diste cuenta de que también habrías de amarla como la mujer que es, y fuiste y te casaste con ella. ¡Oh, cielos!

Te escribo esta carta desde el futuro, a veinte años de distancia. Y no, todavía no hay automóviles voladores, disculpa que te desilusione. Pero quería mandarte esta misiva para que entiendas los aprietos en los que te estás metiendo, y qué tipo de vida puedes anticipar de ahora en adelante, y por todo el futuro previsible.

No te escribo la presente para espantarte, sino para prepararte para lo que viene a continuación. Habrá críos. Ah, sí, cómo no. Y ellos van a ponerlos a prueba a ti y a la chica a la que amas: retarán todas sus debilidades y todas sus fortalezas, y los amarás como si no hubiera futuro. Así que no te preocupes mucho al respecto: es posible que seas lo suficientemente hombre como para ser buen padre. Ya veremos…

No obstante, en su mayor parte te escribo esta carta para advertirte algo: todas esas ideas románticas tuyas tan sensibleras sobre una vida de idilio repleta de embeleso extático junto a tu amada podrían ser un poquitín ingenuas. Habrá lágrimas, a veces. Habrá hastío. Habrá dolor. Habrá lides titánicas como las que nunca antes has experimentado, que te retarán hasta el mismo límite de tus fuerzas… y de tu cordura. Habrá enojos y peleas, pero no muchas. Pero no te sientas engreído por eso, porque esas épocas difíciles compensarán su escasez con su intensidad. Pero más que nada, quiero que entiendas que esos momentos de gozo puro y concentrado sí existirán, y habrá muchos, pero solo serán momentos en el tiempo. No nada más porque ya estan «casados» significa que vendrán esos momentos a lo gratis. No es como si fuera tu derecho tenerlos. Así como pronto lo descubrirás (y es mucho más pronto de lo que hubieras deseado) el matrimonio consiste de esfuerzo a diario. Se necesita disciplina. Se necesita constancia. Minuto a minuto has de ejercitar el músculo de cuidadoamoroso hasta que se convierta en una acción instintiva en la manera en que te comportas con esa dulce chica… o te desmadro la próxima vez que te vea.

Te escribo, entonces, para que no te sorprendas: cuando en tu enojo o confusión pudieras llegar a considerar, aunque sea por uno o dos segundos, que quizá tengas ganas de posar tus manos sobre ese adorable cuello y dar unas apretaditas, aunque sea un poco, de nuevo quedarás reducido a un asombro cándido al darte cuenta de la suavidad de su piel y de la hermosa curvatura de su cuello, y tus manos solo recordarán la ternura y la necesidad de acariciar. Ajá, ella así te va a traer, vez tras vez, y aunque te saque de quicio a veces, de todos modos estarás encantado por ello.

Así que ya lo sabes: esto será tu vida entera y no solo una parte de ella. ¿Ya comienzas a entenderlo? Ah, chico, pero que te metiste en problemas. Pero tú te lo buscaste.

Y por ese motivo te lo agradezco.

D

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Dan, me conmoviste titánicamente. Quién pudiera amar, y aún más, ser amada así.

Recuperé mi vieja cuenta hace un minuto, para entrar de nuevo en comunicación. Te escribiré de allá.

Felicidades, sigues siendo impecable en la emoción, la cognición y la redacción.


@Simetha

Daniel A. Franco dijo...

Oh, cielos, Simetha, que había dejado abandonado este comentario… Mil disculpas, pero al menos ya te mandé una cartita.
Espero vernos más seguido,
D

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