viernes, 19 de julio de 2013

«Del Miedo y otras Islas: La Salvadora», de Jesús García Lorenzo

Del Miedo y otras Islas: La Salvadora

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El título de este cuento de Jesús García Lorenzo hace referencia al navío descrito en el texto, una goleta del Siglo XVIII. Este cuento sí tiene más sabor a historia de terror o de misterio, pero es también un acertijo que no estoy muy seguro de que se pueda adivinar. Al contrario, me parece que, en gran parte, el valor del texto se deriva de saber que existe un misterio insondable.

En mi opinión, el mensaje que me traen estas letras es que no importa cuantas capas de urbanidad y sofisticación recubran a uno: el miedo por lo extraño y lo desconocido es más que atávico, es algo fundamental en el ser humano. Por lo tanto, cabe preguntarse si fuere posible que el miedo por sí mismo pudiera resultar mortal.

Quizá a alguno le pareciera que este relato deja muchos cabos sin atar, o que le resulta confuso el desfase del final, pero más bien pareciera que esas tangentes narrativas inexploradas añaden verosimilitud al texto. La vida real es así mismo: uno nunca llega a conocer todos los derroteros. Y el final me agrada como lector, porque da paso a mayores reflexiones sobre lo que fue real o lo que fue imaginado por el protagonista. Me gustaría pensar que, de todo lo relatado, todo sucedió. Me complacen esos tipos de paradojas en la lectura.

Como en otras ocasiones, hay algunos detalles del relato que no me cuadran, pero que muy bien podría ser por culpa de mi propio estilo, que se entromete hasta en mis lecturas. Por ejemplo, el tono tranquilo y metódico de la narración se me antoja inadecuado para describir la angustia extrema del protagonista. Pero muy bien podría ser mi sensibilidad casi periodística, heredada de Hemingway y Carver, supongo.

También, casi en cada página del relato aparecen instancias donde a las partes corporales las acompañan pronombres posesivos, cosa del habla común, pero poco usual en la escrita. Claro, existen comas de más y de menos, como es de esperarse. Por ejemplo, en la primera oración del texto dice: «… adecuados para trayectos cortos pero aun así cómodos». Creo que cuando una oración subordinada es adversativa, la coma es obligada antes del pero. Hay otras instancias que me causan comezón en las comas, pero me parecen más discutibles y mejor no las menciono aquí.

Aprovecho la oportunidad para de nuevo felicitar al encargado de la maquetación de este libro, por un trabajo bello. Pero, canalla que soy, como con otros libros, también colecciono algunas cosillas que se escaparon por allí, como duendecillos maliciosos. Cosas nimias, que solo me divierten por mi insano gusto por el schadenfreude, y mejor ni las nombro.

Dicho lo anterior, fue una lectura amena, aun cuando ya hayan sido varias veces que he leído el cuento.

D

6 comentarios:

Jesus García L. dijo...

Hola, Daniel.

Te agradezco el comentario hecho, sobre todo porque he aprendido mucho, y eso es bueno, al menos para mi.

Siento alegría y, a la vez, una mezcla de satisfacción y curiosidad por, como dices, has leído varias veces el cuento, o quizás debería preocuparme.

En cualquier caso siempre agradezco comentarios sinceros y de los que se puede aprender, como es el caso.

Gracias, amigo mío.

Un abrazo
Jesús

Daniel A. Franco dijo...

Jesús:

Queda confiado que las múltiples lecturas son, al menos para mí, una especie de halago: significa que todavía me queda algo por aprender del texto.

Saludos,
D

zoquete dijo...

"Claro, existen comas de más y de menos, como es de esperarse. Por ejemplo, en la primera oración del texto dice: «… adecuados para trayectos cortos pero aun así cómodos». Creo que cuando una oración subordinada es adversativa, la coma es obligada antes del pero. Hay otras instancias que me causan comezón en las comas, pero me parecen más discutibles y mejor no las menciono aquí."

¡Ah, el infierno de las comas! No por azar a menudo se prefiere cortar por lo sano y emplear puntos...

Este relato de Jesús es de los que me parece más cinematográfico, repleto de imágenes sugerentes, aunque no estén explícitamente dibujadas, sí sugeridas, en el texto.


Daniel A. Franco dijo...

zoquete:

No en vano yo la denomino así: «La coma, invento del diablo». Al menos tenemos el consuelo de que solo hay diez instancias en que la coma es obligatoria. El resto del tiempo la usaremos como sal y pimienta, al gusto.

Tienes razón, es un texto más lleno de sensaciones, pero que de todos modos obliga a pensar. Eso es bueno en un cuento.

Saludos

Esther dijo...

«Quizá a alguno le pareciera que este relato deja muchos cabos sin atar, o que le resulta confuso el desfase del final, pero más bien pareciera que esas tangentes narrativas inexploradas añaden verosimilitud al texto. La vida real es así mismo: uno nunca llega a conocer todos los derroteros. Y el final me agrada como lector, porque da paso a mayores reflexiones sobre lo que fue real o lo que fue imaginado por el protagonista. Me gustaría pensar que, de todo lo relatado, todo sucedió. Me complacen esos tipos de paradojas en la lectura».

Me gustó mucho esta reflexión, Dan. Tiene que ver con la estructura del relato, con la decisión tomada para su construcción, y creo que le viene muy bien a este cuento. Digamos, que forma y fondo son coherentes entre sí.

Abrazos!
Esther

PD: ¿eliminar el captcha? Sí, sí, jaja.

Daniel A. Franco dijo...

Esther:

(Para leer mi respuesta, llena diez captchas y reza seis avemarías. [R]amen).

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