Dedicado a todos mis amigos virtuales. Por nombrar algunos: Mónica, Ricardo, Lupita, ustedes saben quiénes son en el cíberespacio.
—Pero…
—No hay nada que debatir. Y es que no hay nada que hacer al respecto. El Concilio de Ancianos ya lo decidió y usted debe acatar nuestra decisión. Lo exhortamos a que comparta estas últimas semanas con sus seres queridos, y que encuentre alguna manera de hacer las paces con esta situación. Esta sesión queda cerrada.
El Científico baja la mirada al suelo, aún demasiado colérico como para sentir el abatimiento que lo ha abrumado desde que hizo el descubrimiento. Mientras, el resto del Concilio de Ancianos sale de la Sala Convocatoria. La sala es parte de la ciudadela, que sirve como capital no solo al planeta, sino a toda la Federación. Cuando hay asuntos de extrema importancia para todos, el Concilio de Ancianos se convoca y asisten en persona desde los cinco planetas. Así se ha hecho desde el comienzo de la Federación, hace siete mil quinientos años.
Uno de Ancianos Gobernantes se desprende del grupo que se retira, y se acerca hasta el Científico, deteniéndose a un paso de distancia y poniendo su mano sobre el hombro del Científico, que es la personificación de la angustia suprema.
—Hijo, sabes bien que no podemos hacer nada…
—Pero Padre, ¡hay que tomar alguna medida!
—¿Acaso no fuiste tú mismo quien calculó la fecha aproximada del evento?
—Cierto, dentro de tres semanas nuestra estrella primaria expulsará su fotósfera, causando a su binaria a ejecutar una supernova doble junto con ella. Sin embargo hay que hacer algo al respecto, hay que avisarle a la gente, hay que hacer preparativos…
—Hijo, bien sabes que el pulso ultravioleta inicial calcinará a todos los planetas de este sistema hasta a un décimo de su radio de profundidad. Y medio segundo después el resto de la estrella pulverizará todo hasta que no queden más que moléculas sueltas, a un diámetro de varias Unidades Astronómicas. Hijo, para escapar habría que tener naves espaciales que pudieran viajar más rápido que la luz, y hubiéramos tenido que partir desde que hiciste el descubrimiento para poder estar a salvo. No existen esas naves. No tenemos salvación. Ven, vayamos a mi casa en la playa. Allá nos esperan tus hijos.
—No, Padre, hay que buscar alguna manera de…
—Hijo, si no vienes conmigo, no irás a ningún lado. ¿No ves a los guardias a las entradas? Tienen órdenes específicas… Vamos, nos espera la familia.
La rabia y la impotencia se escurren sobre las mejillas del Científico mientras se hunde de rodillas hasta el piso. Su padre lo mira con compasión, pero con firmeza.
—Eres joven, y por eso te cuesta trabajo aceptar el destino. De seguro que algún provecho tendrá nuestro sacrificio final. El universo no desperdiciará nada. Quizá llega el final de nuestra civilización, apenas después de brillar por diez mil años. Quizá no haya memoria de nuestros héroes ni de nuestros errores. Pero de algo le servirá al universo. Vamos, tus hijos esperan…
Muchos millones de años después, algunos hombres sabios en la región conocida como el oriente de un planeta repleto de agua y vida alzan su mirada y se preguntan entre exclamaciones de asombro sobre el significado de la estrella que aparece fulgurante en el firmamento. Sus limitados conocimientos no incluyen la comprensión de que la luz de esa estrella tuvo que viajar millones de años por el espacio sideral para alcanzarlos. Pero si no tienen conocimientos, sí tienen fe. Consultan sus profecías y sus escritos, y logran adivinar que el astro anuncia la llegada del Rey, que nace en la lejana tierra de Nazareth, y arden en deseos de irle a adorar.
D
—No hay nada que debatir. Y es que no hay nada que hacer al respecto. El Concilio de Ancianos ya lo decidió y usted debe acatar nuestra decisión. Lo exhortamos a que comparta estas últimas semanas con sus seres queridos, y que encuentre alguna manera de hacer las paces con esta situación. Esta sesión queda cerrada.
El Científico baja la mirada al suelo, aún demasiado colérico como para sentir el abatimiento que lo ha abrumado desde que hizo el descubrimiento. Mientras, el resto del Concilio de Ancianos sale de la Sala Convocatoria. La sala es parte de la ciudadela, que sirve como capital no solo al planeta, sino a toda la Federación. Cuando hay asuntos de extrema importancia para todos, el Concilio de Ancianos se convoca y asisten en persona desde los cinco planetas. Así se ha hecho desde el comienzo de la Federación, hace siete mil quinientos años.
Uno de Ancianos Gobernantes se desprende del grupo que se retira, y se acerca hasta el Científico, deteniéndose a un paso de distancia y poniendo su mano sobre el hombro del Científico, que es la personificación de la angustia suprema.
—Hijo, sabes bien que no podemos hacer nada…
—Pero Padre, ¡hay que tomar alguna medida!
—¿Acaso no fuiste tú mismo quien calculó la fecha aproximada del evento?
—Cierto, dentro de tres semanas nuestra estrella primaria expulsará su fotósfera, causando a su binaria a ejecutar una supernova doble junto con ella. Sin embargo hay que hacer algo al respecto, hay que avisarle a la gente, hay que hacer preparativos…
—Hijo, bien sabes que el pulso ultravioleta inicial calcinará a todos los planetas de este sistema hasta a un décimo de su radio de profundidad. Y medio segundo después el resto de la estrella pulverizará todo hasta que no queden más que moléculas sueltas, a un diámetro de varias Unidades Astronómicas. Hijo, para escapar habría que tener naves espaciales que pudieran viajar más rápido que la luz, y hubiéramos tenido que partir desde que hiciste el descubrimiento para poder estar a salvo. No existen esas naves. No tenemos salvación. Ven, vayamos a mi casa en la playa. Allá nos esperan tus hijos.
—No, Padre, hay que buscar alguna manera de…
—Hijo, si no vienes conmigo, no irás a ningún lado. ¿No ves a los guardias a las entradas? Tienen órdenes específicas… Vamos, nos espera la familia.
La rabia y la impotencia se escurren sobre las mejillas del Científico mientras se hunde de rodillas hasta el piso. Su padre lo mira con compasión, pero con firmeza.
—Eres joven, y por eso te cuesta trabajo aceptar el destino. De seguro que algún provecho tendrá nuestro sacrificio final. El universo no desperdiciará nada. Quizá llega el final de nuestra civilización, apenas después de brillar por diez mil años. Quizá no haya memoria de nuestros héroes ni de nuestros errores. Pero de algo le servirá al universo. Vamos, tus hijos esperan…
Muchos millones de años después, algunos hombres sabios en la región conocida como el oriente de un planeta repleto de agua y vida alzan su mirada y se preguntan entre exclamaciones de asombro sobre el significado de la estrella que aparece fulgurante en el firmamento. Sus limitados conocimientos no incluyen la comprensión de que la luz de esa estrella tuvo que viajar millones de años por el espacio sideral para alcanzarlos. Pero si no tienen conocimientos, sí tienen fe. Consultan sus profecías y sus escritos, y logran adivinar que el astro anuncia la llegada del Rey, que nace en la lejana tierra de Nazareth, y arden en deseos de irle a adorar.
D
8 comentarios:
¡Dan! ¡Recién veo este cuento! Es muy bonito. Mucho. Te agradezco la dedicatoria, el haberme incluido, ¡muchas gracias, pues!
Por su parte el cuento es un bellezón y auténtico meteorito en el ámbito trillado de los cuentos sobre la estrella de Belén. Me ha encantado. Mirá vos, no sé hasta dónde no has acertado con este argumento... Dicen algunas teorías -que de descabelladas no tienen nada-, que venimos a ser algo así como los descendientes brutos de una civilización más avanzada que nos precedió, llámala Lemuria, Atlántida, o como sea. Eso no es nuevo, claro está, pero nunca me puse a cavilar sobre los seres, sus vidas, en fin, su cotidianeidad, y ese es el enorme valor que rescato en este ¿ensayo? o conjetura acerca de una posibilidad de cómo pudo ser el desenlace de aquellos mundos, mirado de cerca, sintiendo lo que pudieron haber sentido; eso, es por lo menos perturbador, aunque vos lo hayas escrito en tren de pasajeros, je.
Interesantísimo argumento. Muy bien narrado, claro. Desde ya. Aplausos de mi parte. Muchos. (El diálogo del padre con el hijo científico no tiene desperdicio, las explicaciones que a modo de consuelo brinda el anciano son para filosofar un buen rato...).
Bueno, está genial. Y como si fuera poco, el final sorprende con su ofrenda de ternura y paz, arraigadas en las estrellas, literalmente. O sea, un cuentazo.
Volveré a leerlo.
Te mando un abrazo.
Turkesa:
Tengo mucho gusto de verte de nuevo por estos parajes solitarios de mis letras. Dice el contador que varios pasan por aquí a diario, pero nadie se atreve a dejarme comentarios… Creo que me voy a traer ese módulo que tienes en tu blog para dejar comentarios instantáneos, a ver si así atraigo más comentaristas…
Como sea, tengo mucho gusto de verte por aquí y espero verte más seguido por todos lados.
Hasta la próxima,
D
Turkesa, ya vine de nuevo. Perdón por la brevedad del otro comentario, pero lo mandé sin terminar porque tenía que llevar a la niña a la escuela. Es que hace mucho frío…
El argumento proviene de haber leído en alguna ocasión un artículo sobre lo que podría haber sido la estrella de Belén. Algunos piensan que habrá sido una supernova Tipo I, que son las que incluyen a sistemas binarios de estrellas, con la materia de la estrella principal colapsándose sobre la enana blanca que por lo general la acompaña. El motivo es que por lo general son más brillantes aunque duren menos tiempo. Pueden durar de horas hasta semanas.
Se me ocurrió en mis maquinaciones mentales chuecas que, quizá, un cuento alentador y de esperanza pudiera incluir los dos lados de la moneda: por un lado, la civilización que vivía en el sistema binario que se puso supernova podría haber sido una muy avanzada cultura, pero no tuvieron escape ante semejante catástrofe. Pero por otro lado, felices los del planeta tierra, que el brillo titánico de semejante explosión viajó por el espacio sideral por millones de años para llegar a la Tierra al momento justo en que nacía el Nazareno.
En fin, a veces me imagino que cuando enfrentamos adversidades ha de servir de consuelo un poco imaginarnos que quizá nuestra supernova personal pudiera ser Su estrella en la vida de alguien más.
Ojalá.
D
Síii, he andado como perdida... Y vos con tu velocímetro escritoril ¡no das tiempo a los que se rezagan!
Para colmo de males, vas y te enfermas y le pones quinta a la escribida, en vez de quedarte ¡quietoooo! ¡Jaja! Así no vale, uno se deprime mas,caramba!
Me ha gustado mucho tu respuesta; yo siempre he creído que la ciencia y la Biblia, por ejemplo, no se contraponen en absoluto; es la necedad del homo sapiens la que imprime divisiones y compartimentos estancos absurdos allí donde todo es uno, principio y fin, causa y consecuencia, acción y reacción... Pero vos lo explicaste mejor.
Un abrazo. (A ver cómo me pongo a día con vos -lo veo difícil- y varios más).
"a veces me imagino que cuando enfrentamos adversidades ha de servir de consuelo un poco imaginarnos que quizá nuestra supernova personal pudiera ser Su estrella en la vida de alguien más.
Ojalá"
Sí, ojalá. Hermoso pensamiento, no podía irme sin referirme a él.
Es un poco el sentido de las cruces que a veces nos hacen chillarle al Creador, encontrándolas "inexplicables". Pero si recordamos la Pasión, todo cambia.
Bueno, me voy masticando este pensamiento.
Saludetes azules.
Muchos thank yous por la dedicatoria, D.
El principio me recordo la inexorable muerte del planeta Kripton, y los esfuerzos de Kal-El (o era Jor-El?) por poner a salvo a quien a la postre seria Superman, otro tipo de salvador, curiosamente.
Al no haber ese choque ciencia-fe-religion en el cuento, el fenomeno de la estrella de Belen ocurre tal y como lo conocemos, una señal divina que ratifica el portento del nazareno. De haber algun cientifico terrestre con la tecnologia suficiente para discernir lo ocurrido en esa lejana galaxia, el cuento se hubiera caido, pero no. El mensaje es claro, y tiene hasta matices budistas, diria yo. Esa giro incesante del samsara, muerte y renacimiento.
Gracias de nuevo.
Rick desde el PS3.
Oh, cielos, Rick, no sabes cuánto valoro tu comentario, sobre todo sabiendo muy bien cuán dificultoso es conectarse a través del bendito PSN.
Fíjate que ni por un momento recordé a Jor-El, que fuera el único hombre precavido en todo Kryptón. Pero supongo que este cuento es un poco el negativo de ese escenario: este Científico es el único que no ha comprendido que no queda nada que hacer.
Lo que me hace meditar…
A veces me pregunto cuántas veces mi necedad quizá haya creado más dificultades y sufrimiento, cuando debería haber sido sumiso y dejar que sucediera lo que tuviera que suceder…
Bueno, pues mucho gusto de verte por aquí. A ver si nos vas dejando mensajes del progreso de tus novelas. A lo mejor puedes darnos "status reports" en tu blog…
Te manda saludar Blanka.
D
Original, Daniel. La estrella de Belén como lazo entre civilizaciones. Da para hacer muchas elucubraciones (aunque algunas de ellas romperían con el espíritu navideño). Da para toda una novela, también.
Acuerdo con el Anciano: hay momentos en los que de nada sirve buscar caminos, o que, más bien, el único camino es vivir el hoy.
Abrazos,
Esther
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