»Azazel, presa del miedo por no saber distinguir si era mejor la vida que la muerte, comenzó a ingerir la fuerza vital de lo que se le pusiera enfrente, fueran soles o fueran flores. Tanta fuerza vital consumió, que el universo entero temblaba cuando él tenía escalofríos de terror.
»Su error final fue creer que podría consumir la fuerza vital Divina, y fue ante Dios con la intención de consumirlo a Él, y poner fin de una vez por todas al terror que lo agobiaba a cada momento de su existencia. Ofuscado por el terror en su corazón, no entendió que cada uno de los ángeles, al igual que toda otra cosa en el universo, proceden de una parte de la mente de Dios, y que no había nada que él supiera sin que Dios lo supiera de antemano.
»Dios no tuvo sino que alzar su mano diestra para que Azazel cayera postrado ante Él, impotente. Porque no habría nada más poderoso que pudiera encerrarlo y limitarlo, Dios tomó a Azazel y le arrancó la piel, usándola como un saco donde verter las entrañas del ángel una vez que fuere extraída la fuerza vital robada, y regresada a los círculos del mundo, a que cumplieran su cometido de impulsar a la rueda de la vida y la muerte. Dios tomó el saco y lo selló en los rincones del mundo, para que aguardara los tiempos finales.
»Desde ese entonces, casi desde el principio del mundo, Azazel sigue en espera a que se extinga para siempre la rueda del tiempo y que los círculos del mundo puedan conocerse tal y como eran, antes de que viniera la vida y la muerte, antes de que hubiera el terror de lo material.
»Toda la demencia en el mundo es una simple resonancia con el alma de ese ángel apresado en su propia piel. Cada que tiembla, cada que se menea inquieto en el saco que lo aprisiona, Azazel hace que el mundo resuene con la demencia de su alma.
»Pero el comienzo de todo terror es lo siguiente: cada ángel fue creado en una parte especial de la mente de Dios. Cada uno de ellos trajo al mundo lo que allí encontró: Lucifer fue creado en música; Azazel fue creado en terror».
Anotación en tinta al margen de las páginas finales del Necronomicon en la colección restringida de la Biblioteca del Congreso de la Nación estadounidense
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