miércoles, 7 de septiembre de 2011

La rueda


No imaginó que pudiera doler tanto, pero al menos tuvo el consuelo de que justo al momento en el que su anciano corazón llegó al último de sus dos mil quinientos millones de latidos, justo en el ápice del dolor, pudo ver más allá de lo que solo podía ver con los ojos, y miró ese largo y extraño tunel tenebroso con un punto de maravillosa luz a gran distancia, por donde sentía viajar
                                                                         impulsado por dolorosas contracciones que parecían querer oprimirlo tanto que su interior brotara al exterior; no obstante la luz parecía emanar promesa más que luminosidad y cada vez estaba más próxima, hasta que llegó el inevitable momento en el que irrumpió allí y se encontró con la sensación de conocer a todos los presentes, sobre todo a la titánica figura que lo recibía con brazos abiertos… y desde lo más recóndito del tenebroso tunel flotó hasta él una sola palabra: «¡samsara!», y todo recuerdo y conocimiento se le escapó en la primera bocanada de aire.

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