La casa guarda un aroma a algo horneado… Mi hija de apenas dieciséis años de edad a veces disfruta de hornear pastelillos, brownies o, de vez en cuando, algún pastel. Nos pide que la llevemos a hacer las compras para conseguir los ingredientes necesarios y busca las recetas en su teléfono con conexión a la Internet. Enseguida se la pasa mirando vídeos, escribiendo entradas en sus blogs secretos en Tumblr, a los cuales no tengo permitido hacerme "seguidor" de ellos, y luego, cuando se le pega la gana, ella hornea. Hornea cuando sea que se le antoje.
No hornea porque yo, su padre, quisiera un pastel. No hornea porque sus amistades supongan que ella les va a llevar galletas a la escuela para compartir. No hornea porque sea algo que "es de muchachas". No hornea porque nadie desee que lo haga, sino porque se siente contenta al hacerlo.
¿A qué huele la esperanza? Huele a lo que hornea mi hija. Huele a la posibilidad de que haya criado niños que saben que su único trabajo en esta vida es intentar ser felices, y desear que sea suficiente para hacer felices a otros también.
D
4 comentarios:
A eso huele la esperanza, justo a eso.
Cualquier otra palabra que yo pueda pronunciar, sobra.
Un abrazo
Esther, muchas gracias por haber compartido este momento tan raro en mí: sinceridad.
Saludos,
D
Un texto increíble. La esperanza es la base de nuestra ilusiones...
Un blog admirable. Te dejo el mío soy escritora y veo que te gusta la literatura.
http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com/
Un beso!
Gracias por pasar, María. Espero pronto reanudar mis actividades en la blogósfera y en foros literarios, que los tengo medio abandonados.
Pronto la visitaré en su blog.
D
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