viernes, 28 de agosto de 2015

Sin título: Capítulo 2: Umbrales

A todos se les hacía muy rara la manía que Fabio tenía por abrir cualquier puerta a su alcance y mirar dentro. Habitaciones, baños, clósets, gabinetes, vitrinas, ninguna de sus puertas se salvavan de ser escudriñadas. Aunque él nunca lo hubiera contado, no sería difícil comprender su obsesión si uno se enterara de la causa.

Cuando Fabio era un cuarentón divorciado con tres hijos que no le dirigían la palabra desde hacía años, al borde de la quiebra y con un complejo de inferioridad aplastante, hubo un día que regresó a la casa después de otro día interminable en su trabajo de mala paga y sin oportunidades de mejora. Para variar, el jefe no le había recordado lo inútil e inepto que era, pero de todos modos sabía que lo era. Cabizbajo y con los hombros redondeados por el agobio de ser Fabio cada día por todo el día, abrió la puerta de entrada.

Se encontró a media sala de lo que fuera su humilde domicilio si dicho inmueble hubiera recibido las atenciones de un equipo furioso de remodeladores y diseñadores de interiores con patrocinadores de bolsillos hondos y generosos. Fabio retrocedió varios pasos por la puerta todavía abierta para cerciorarse de que no estuviera allanando una morada ajena. No. Era la dirección correcta en la calle apropiada, donde todo lucía igual excepto por el automóvil deportivo último modelo que estaba estacionado justo donde escaso minuto y medio estuviera su carcacha decrépita de los últimos doce años. Con cautela, Fabio ingresó de nuevo, a hurtadillas. Exploró la casa y encontró artículos similares a los que poseía antes de irse a trabajar, pero mejores y nuevos. Hasta las fotos sobre la mesita de entrada eran de él, pero lucía más apuesto y feliz que nunca. Su ex aparecía también en casi todas las fotos, ora acompañada de los hijos, ora solo junto a él, pero era la versión de Mónica sin veinte años de riñas en las arrugas alrededor de los ojos y apenas unos kilos de más que cuando la conoció en la preparatoria. Eran fotos de un Fabio y una Mónica versión Hollywood. Así encontró detalle tras detalle paralelo a su vida anterior pero aumentado y mejorado de manera desmedida, casi ridícula. Mucho lo sorprendió, aunque medio lo intuyera, que al cabo de media hora su ex ex entrara en la casa acompañada de los hijos y lo saludaran con abrazos y besos efusivos y sinceros.

Pasaron varios días antes de que pudiera conciliar el sueño la noche completa. Al cabo de un mes, casi creía que su vida anterior —su vida real, carajo— era el sueño y que esta alucinación —porque cómo demonios no fuera otra cosa que algún desperfecto de su mente— era la verdad verdadera. Un poco más de un año transcurrió hasta que un día este Fabio versión Brad Pitt fue al baño y al salir entró de nuevo a esa casa desvencijada de antes. Entró y salió varias veces del baño, lloriqueando y con un continuo gemido gutural apenas si escapando por el rictus desolado de su antigua cara de Fabio mequetrefe.

Una década completa vio a Fabio abrir toda puerta a su alcance; si hubiera existido alguien que le tuviera aunque sea un poco de afecto, lo hubieran internado en un siquiátrico. Pero no, nadie parecía siquiera percatarse de su existencia, mucho menos de sus eccentricidades.

No obstante, justo el día en que Fabio dejó de ansiar que se abriera la puerta que lo dejara entrar de nuevo a esa vida maravillosa, salió de su pocilga y entró a la nada.



—¿Hasta cuándo has de entender que es cruel trasplantar una conciencia de uno a otro universo paralelo? Los seres de esta iteración tienen potencial, pero no puedes someterlos a estos experimentos sin su consentimiento, o al menos sin una explicación.

—¿Acaso crees que ellos le explican a una bacteria sobre los antibióticos? Aunque lo hicieran, ¿qué comprendería la bacteria? Además, el grado de separación entre ellos y los microbios es mil millones de veces menor que el grado de separación entre ellos y nosotros. ¿Cómo creer que pudieran entendernos?

Lo que parece molestia o irritación atraviesa como sombra pasajera por la mirada del más compasivo. Cierto que poco puede protestar: estos experimentos clandestinos fueron prohibidos desde hace eones. Se voltea de nuevo a su dimensioscopio e imagina que quizá pueda haber alguna manera de establecer comunicación con alguno de estos seres que aparecen de manera insistente en muchas iteraciones de la ecuación fractal que estudia en estos momentos.


D

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