lunes, 10 de mayo de 2010

"El obsequio de las palabras es uno de engaños e ilusiones"

Esas son las palabras de Frank Herbert en su libro Children of Dune. Recientemente en el foro WordReference se planteó la cuestión a debate, que si el desconocer el uso de las palabras disminuye la calidad de vida de las personas. Esta fue mi respuesta:

Bah, que el obsequio de las palabras es dádiva de confusiones… Lo único posible con la abundancia de palabras es lograr cada vez rebanadas más delgadas y artificiales de las grandes motivaciones de la vida:

Comer. Dormir. Evacuar. Reproducirse.

Todo lo demás es sofisticación superflua.

Aunque habrá que reconocer que aquellos que no conocen las palabras adecuadas para expresar lo que sienten pierden dimensiones de su propia experiencia que podrían llegar a conocer. Sin embargo queda la interrogante: ¿cuántas de esas tonalidades grisáceas realmente enriquecen la apreciación de situaciones en blanco y negro en la vida?

Es decir, las expresiones artísticas siempre buscan esa experiencia "visceral" a través de artilugios intelectualoides. ¿Por qué no degustar la vida de esa manera visceral, sin necesidad de filtrarla meningíticamente, por llamarle de alguna manera?

Aquellos que aspiran a ser grandes autores laboran por largo tiempo para dotar a sus lexemas de claridad… Se me antoja un largo tramo para llegar a la simplicidad del inocente (o el ignorante) que carece de todo el armatoste aquel de palabrerío…

Pero ha de ser que siempre querré llevar la contraria aunque esté equivocado, no sé…

D

9 comentarios:

Sobreíntima dijo...

¿Sabes, Dan?

Es algo parecido a lo que comenté en el hilo de las comas. Mientras más derivaciones inútiles se busquen, más complicada será la forma de expresarse, pero siempre expresarás lo elemental. Y finalmente, la forma de expresión pura o impura, cultivada o simple, jamás incidirá en la forma que vivimos. Es simple vanidad.

Creo en las normas elementales para comunicarnos, pero continuar escarbando un pozo que intenta buscar diamantes donde solo hay más tierra, es artificio para gente ociosa que quiere alejarse de la Media. Para todo debe haber mesura.

Muy buena la metáfora de las rebanadas delgadas (y)... Por cierto, hace semanas que no voy por ese foro. No sé cómo haces tú.

cuídate, Dan. Un abrazote.

Lupita ooOxXoO

Daniel A. Franco dijo...

Ay, doña Lupe, ojalá que no me odies por ser tan pedante, pero resulta que esta meditación es un lítotes. Es una atenuación. Todo lo que deploro y por lo que reclamo es justo lo que sí creo.

Y luego te contesto en el hilo de la coma, porque también opino que la gramática es precisamente el tipo de sofisticación intelectual que requiere de este tipo de enrizamientos del rizo.

Pero ya sabías que soy todo un nerd, ¿no?

Muchas gracias por pasar y por todo el afecto virtual. Por cierto, ya publiqué el cuento que te había contado en Prosófagos.

No falta mucho para que me baneen, supongo…

:D

Sobreíntima dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lu Ann dijo...

Esto de las palabras es realmente confuso. Yo creo que naces con ellas o no, así de simple.

A lo largo de nuestras vidas aprendemos más y más palabras domingueras, que usamos para impresionar a nuestros tíos escribiendo en el blog ;), pero si de algo estoy firmemente convencida es de que ese obsequio de las palabras nos es concedido desde el principio: "Allí lo tienes, hazte bolas" .

Daniel A. Franco dijo...

Ana: Mucho gusto en saludarte por acó. Pues te cuento que la cuestión a debatir es la utilidad de dicho obsequio. Dime, quien no tenga este obsequio de las palabras, ¿pierde acaso alguna dimensión en su vida? Es decir, ¿se experimenta la vida con menos intensidad cuando no se conocen todas estas palabras para describir detalles?

Como le comentaba a Lupita más arriba, mi divagación publicada aquí es un lítotes, puesto que yo creo que sí se pierde un poco de "alta definición" si faltan las palabras para expresarse. El que no conoce las palabras es como si viviera su vida en blanco y negro, cuando pudiera vivirla en technicolor.

Saludetes

Lu Ann dijo...

Buen punto... aunque creo que, eso de no tener ese obsequio sí te hace vivir de una manera muy distinta, pero no sin "detalles", de alguna manera siento que pueden captarlos aunque no posean la habilidad de describirlos a otros o de embellecerlos con las palabras, simplemente pasan para ellos solos. Creo que es más que nada que aquellos que poseen el don puede tener la satisfacción de "presumir" sus detalles al mundo.

Algo así. Como que el amor me desacomoda las ideas ;)

Daniel A. Franco dijo...

Ana, pues te diré que me parece una observación acertada la que haces. Veamos: tenemos un tipo con el don de las palabras y un tipo energúmeno. Los dos presencian algo bonito… a ver, digamos, como la aurora boreal. Bueno, pues es innegable que ambos estuvieron allí y vieron lo mismo. Pero mientras que uno de ellos dirá, recordará y experimentará todo con lujo de detalles, el otro naco nomás dirá que "estuvo chido".

Me parece que no se experimenta la vida al máximo sin saberla calificar.

Saludetes

cabaretcrenom dijo...

Dan, creo que la cosa se queda aquí:

"Aunque habrá que reconocer que aquellos que no conocen las palabras adecuadas para expresar lo que sienten pierden dimensiones de su propia experiencia que podrían llegar a conocer."

Supongo que la responsabilidad fundamental de un escritor y un hablante es la de ensanchar esas "dimensiones de la experiencia" en los lectores o el auditorio, y nada más. Esa es su única responsabilidad ante el mundo. El lenguaje no tiende a la claridad sino a la seducción (que decía Nietzsche): es decir: donde uno distingue claridad, en realidad, ve valores establecidos, (o anti-valores establecidos), reglas y normas de interpretación muy sólidas y representaciones del mundo consensuadas (un verdadero atentado a la individualidad). Es decir, el lenguaje claro es el lenguaje del poder, no el de la literatura. El lenguaje del poder "habla" sobre el mundo: "lo impone": claro y continuo. La literatura lo que debe hacer es "crearlo".

Lo que hay detrás de esta marea de seres humanos tendiendo a la sencillez, no es otra cosa que la consolidación de una tendencia general al conformismo. No ya con su situación socioeconómica y su posición social (que me importa menos), sino con su propia experiencia del mundo (lo que es un horror).

Como bien sabe Dan, hay muchas Alamedas Centrales, incluso para cada estado de la propia consciencia.

Los seres humanos "no somos claros", ni "honestos", y carecemos sobre todo de "sentidos elementales"... somos nudos de contradicción. Si hay algo llamado "lo elemental": es que no hay nada elemental. Todo está puesto en relación a otra cosa: todo sentimiento y sensación (incluso la de que algo es "lo elemental"), trae un ovillo inmenso detrás: de prejuicios, frases hechas, autoestafas, publicidad, tradición, etc...

Lo que para quienes defienden la "expresión elemental" es central y atómico, para mí será eternamente superfluo. Y al contrario.

En definitiva: Estoy de acuerdo con eso de que: "El obsequio de las palabras es uno de engaños e ilusiones":

Está en nosotros el, por lo menos, revelar ese mecanismo de engaño. Dejar la puerta abierta para que el lector lo detecte, que se sepa engañado y usado por el lenguaje, y al final, sea él quien decida, sin presiones (ni de sus preconceptos ni de los del autor, ni los de la Drae) sobre si aquello que está leyendo configura algún sentido permanente y superior a ese puro engaño de partida.

Quien diga que "Artaud", por ejemplo, escribía raro para impresionar y lucirse, está más loco que él. O que los surrealistas eran unos memos vanidosos. Sin la superficialidad endiablada del surrealismo, que fue tomada como chacota en su época, por contraria al recto sentido y la claridad: no se podría entender ni la publicidad contemporánea, ni el lenguaje corriente, ni siquiera los chistes de humoristas de cantina de hoy... porque la experiencia del mundo acepta desplazamientos del sentido, desde entonces, que antes eran considerados contrarios al buen decir, a la razón y a la claridad...

El hablante ejerce la "claridad" de su época. El escritor "crea" los márgenes de la "claridad", de "lo posible" en comunicación, del mañana. Si no las lenguas ya se habrían detenido en el lenguaje de Obama hace mucho tiempo.

Daniel A. Franco dijo...

Señor Ferreira, un gustazo, como siempre. Fíjate que no sabía nada de Toñito Artaud, pero busqué en Google y me parece fabuloso eso de que él trataba de despertar reacciones violentas de parte del público.
Me parece muy reconfortante el re-enfocamiento que le das al tema, partiendo desde la suposición que las palabras son siempre falsas porque requieren de confabulación por parte de quien las profiere y quien las acepta, y cargan un lastre infinito de conformismo, y llegando a la conclusión que quien se quiera dedicar a las letras escritas tiene la obligación de delinear los parámetros que deben ser superados por cualquiera que quiera ser libre. O al menos que se atreva a soñar en esa posibilidad.
Me emocionó un poco recibir esa cita de Nietzsche, que la tendencia de las palabras es más bien hacia la seducción. Quizá el barbudo Frank Herbert pensaba en eso precisamente, mientras creaba sus crónicas de Dune…
"Somos nudos de contradicción", dijiste. ¿Será una cita citable tuya? Ojalá que sí, que me alivia la soledad un poco, no sé a ciencia cierta por qué.

De nuevo, gracias por el comentario y la compañía.

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