martes, 28 de junio de 2011

Primeras publicaciones en Kindle

Estimados lectores del "Leve desliz":

Ya está publicado en Kindle el relato de "Alameda Central", disponible por USD$2.99

También está en proceso de publicación el relato "The Wasting" y su traducción al español, por el autor. Por ser relatos más cortos los estoy ofreciendo por USD$0.99 cada uno.

Esta es la página en Amazon de los EE.UU.:
"Daniel Franco"

Próximamente voy a subir el relato "Helios", también en versiones en inglés y español.
D

jueves, 23 de junio de 2011

Primeros intentos en Kindle

Hoy en la madrugada subí mi relato "Alameda Central" a Kindle Direct Publishing, pero creo que cometí el error de haberlo subido en formato *.docx y no sé si los de Kindle sepan convertirlo bien, o si será necesario entrar al formato de ellos y cambiar los comandos de formato a puro HTML.

Ya veremos, porque van a pasar unos dos o tres días antes de que los de Kindle revisen el texto y lo publiquen.

En cuanto esté disponible voy a crear una página de aficionados en Facebook y una cuenta de Twitter para promocionar mis textos, y voy a tratar de subir un libro nuevo cada semana.

Por favor preparen USD$2.99 para obtener su copia de "Alameda Central". Creo que voy a estar publicando mis textos más o menos a ese precio.

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Mensaje a mis lectores

Estimados lectores (sí, les estoy hablando a ustedes seis o siete):

Quizá hayan notado que poco a poco desaparecen más y más de mis relatos. Resulta que me ha entrado la curiosidad de intentar autopublicarme a través del Kindle Direct Publishing.

Han de decir ustedes que ni gratis me leen a veces, y es cierto, pero creo que con un esfuerzo centrado en los sitios sociales como Facebook y Twitter tal vez logre vender unos pocos textos. Digo, al menos los suficientes como para nutrir mi ego.

En Facebook apenas si tengo como 420 "amigos", y pienso que si una fracción de ellos me hace el favor de apoyarme aunque sea comentándole a sus "amigos" no mutuos sobre mí, entonces dentro de pocas semanas habra varios cientos de personas enteradas de mi esfuerzo. Si una fracción de ellas se interesa en comprar uno o dos de mis relatos, creo que eso será un buen comienzo.

Digo, la parte más difícil ya la tengo solucionada: ya escribí los relatos. En muchos casos hasta están corregidos por lectores imparciales. Los últimos dos o tres años he estado escribiendo de manera constante, y creo contar con al menos unos 150 relatos para comenzar.

Me disculpo con los amables lectores que han dejado hasta comentarios sobre mis textos, ahora que pienso retirar todos ellos de circulación. Prometo mantenerlos al tanto con divagaciones y comentarios.

Daniel Franco

jueves, 2 de junio de 2011

El árbol de la vida

Hoy fue un buen día: anocheció y todavía no he muerto. Aunque no debería cantar victoria aún, en vista de que sigo rondando estas calles del centro de la ciudad. Tienen la peculiaridad de aparentar haber quedado vacías después de que termina el horario laboral, aunque en realidad sigan repletas pero de sombras furtivas.

Han pasado años y todavía vago por avenidas y callejones, en busca de no sé qué, con tal de que, aun por un momento, pueda sentir algo. Dolor, pasión, ira, hambre, lo que sea, ¡acudan a mí! No obstante, al paso de las décadas todas esas sensaciones se tornan cada vez más fugaces y superficiales, conduciéndome a extremos cada vez peores con tal de sentir de nuevo aunque sea una fracción de las primeras veces: ansío entre tantos besos sentir el primer calor incierto de deseo y ternura; ansío entre tantas heridas sentir la agonía punzante de la primera muerte… Pero todo disminuye, sin importar cuán entusiastas sean mis intentos por recrear esos despertares de las sensaciones, y hoy quedan tan distantes de mí como mi primera vida, cuando todavía me quedaba la esperanza de la muerte.

¿Dónde, cuándo, cómo, quién? No lo sé. O no lo recuerdo, o me da igual… Cada vez que muero siento un breve descanso antes de que el Olvido me embargue el conocimiento y después voy al Negro, a la Nada…, hasta que en mi mente aparece alguna estrella lejana, seguida de otra mucho tiempo después, seguida de la infinidad de ellas durante la infinidad de momentos, hasta que forman una cascada que se vierte en mis ojos y me llena de neblinas que han de semejar rostros, sitios, sensaciones, cosas perdidas en ese peor vacío que llamamos Pasado, y que a veces recuerdo y se convierten en alguna historia, o al menos en antecedentes. Hay memorias de pueblos sin europeos, de pieles de cobre y cabelleras ónice. Hay memorias de familia, hijos y padres, parientes y desconocidos, hasta el momento de la primerísima muerte: un accidente lamentable, un resbalón al borde de una cañada, la respiración que se tornaba en fuego bajo el agua rauda del arroyo, y disolverse en la Nada. ¡El despertar súbito! El terror de encontrarse náufrago en el tiempo y en la vida, tras la asquerosa resurrección a décadas de distancia de los seres queridos. La vagancia del desamparado, hasta de nuevo encontrar la muerte, quizá por propia mano, por desesperanza o agobio.

Una vez tras otra, un esguince de la conciencia y el paso de los años en blanco, sin conocimiento, sin comprensión. Pero con el paso de los siglos, con la acumulación de toda muerte posible, el despertar llega cada vez más y más pronto, hasta que en estos días, cada que muero, regreso y despierto en cuestión de horas. En los últimos años he comprendido a fuerza de ensayos que no importa la brutalidad que me mate, o el grado de destrucción que sufra mi cuerpo: el despertar me trae de regreso completo, restaurado, joven, miserable…

Y vago por las calles, tratando de alejarme lo más posible de esa terrible visión que me sigue los pasos, que nunca está más lejos, y que siempre está a mis espaldas: Yggdrasil se yergue, monumental, despiadado, hermoso, aterrador… Hay otros como yo, y los veo a la distancia, pero igual que la imagen de ese Árbol de la Vida que solo puedo ver si lanzo la mirada sobre el hombro, a esos otros nunca los tengo cerca. A la distancia, sentimos piedad unos de los otros.

Y nos maldecimos para siempre.

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