jueves, 2 de junio de 2011

El árbol de la vida

Hoy fue un buen día: anocheció y todavía no he muerto. Aunque no debería cantar victoria aún, en vista de que sigo rondando estas calles del centro de la ciudad. Tienen la peculiaridad de aparentar haber quedado vacías después de que termina el horario laboral, aunque en realidad sigan repletas pero de sombras furtivas.

Han pasado años y todavía vago por avenidas y callejones, en busca de no sé qué, con tal de que, aun por un momento, pueda sentir algo. Dolor, pasión, ira, hambre, lo que sea, ¡acudan a mí! No obstante, al paso de las décadas todas esas sensaciones se tornan cada vez más fugaces y superficiales, conduciéndome a extremos cada vez peores con tal de sentir de nuevo aunque sea una fracción de las primeras veces: ansío entre tantos besos sentir el primer calor incierto de deseo y ternura; ansío entre tantas heridas sentir la agonía punzante de la primera muerte… Pero todo disminuye, sin importar cuán entusiastas sean mis intentos por recrear esos despertares de las sensaciones, y hoy quedan tan distantes de mí como mi primera vida, cuando todavía me quedaba la esperanza de la muerte.

¿Dónde, cuándo, cómo, quién? No lo sé. O no lo recuerdo, o me da igual… Cada vez que muero siento un breve descanso antes de que el Olvido me embargue el conocimiento y después voy al Negro, a la Nada…, hasta que en mi mente aparece alguna estrella lejana, seguida de otra mucho tiempo después, seguida de la infinidad de ellas durante la infinidad de momentos, hasta que forman una cascada que se vierte en mis ojos y me llena de neblinas que han de semejar rostros, sitios, sensaciones, cosas perdidas en ese peor vacío que llamamos Pasado, y que a veces recuerdo y se convierten en alguna historia, o al menos en antecedentes. Hay memorias de pueblos sin europeos, de pieles de cobre y cabelleras ónice. Hay memorias de familia, hijos y padres, parientes y desconocidos, hasta el momento de la primerísima muerte: un accidente lamentable, un resbalón al borde de una cañada, la respiración que se tornaba en fuego bajo el agua rauda del arroyo, y disolverse en la Nada. ¡El despertar súbito! El terror de encontrarse náufrago en el tiempo y en la vida, tras la asquerosa resurrección a décadas de distancia de los seres queridos. La vagancia del desamparado, hasta de nuevo encontrar la muerte, quizá por propia mano, por desesperanza o agobio.

Una vez tras otra, un esguince de la conciencia y el paso de los años en blanco, sin conocimiento, sin comprensión. Pero con el paso de los siglos, con la acumulación de toda muerte posible, el despertar llega cada vez más y más pronto, hasta que en estos días, cada que muero, regreso y despierto en cuestión de horas. En los últimos años he comprendido a fuerza de ensayos que no importa la brutalidad que me mate, o el grado de destrucción que sufra mi cuerpo: el despertar me trae de regreso completo, restaurado, joven, miserable…

Y vago por las calles, tratando de alejarme lo más posible de esa terrible visión que me sigue los pasos, que nunca está más lejos, y que siempre está a mis espaldas: Yggdrasil se yergue, monumental, despiadado, hermoso, aterrador… Hay otros como yo, y los veo a la distancia, pero igual que la imagen de ese Árbol de la Vida que solo puedo ver si lanzo la mirada sobre el hombro, a esos otros nunca los tengo cerca. A la distancia, sentimos piedad unos de los otros.

Y nos maldecimos para siempre.

D

4 comentarios:

Nah dijo...

Justo lo leí en un momento malo de mi vida. Y terminé por maldecir todo.
Suerte, Dnaz!

Daniel A. Franco dijo...

Oh, Nah, que somos como gemelos cósmicos, o algo: yo esto lo escribí en un mal momento, cuando no pude bendecir nada…

Pero te (me) (nos) deseo lo mejor
D

LCARDONAP dijo...

"ansío entre tantos besos sentir el primer calor incierto de deseo y ternura; ansío entre tantas heridas sentir la agonía punzante de la primera muerte…" me encantó esta parte, y su blog me agrada en demasía, el ocio a veces llega a ser bueno cuando encuentras esta clase de palabras que encajan perfecto con un momento, y sí, concuerdo que escribir es para locos, pero que bella locura, felicidades

Daniel A. Franco dijo...

Lu Tangerine:

Me da mucho gusto que hayas encontrado mi blog en este interminable océano de letras virtuales. Te agradezco el comentario, y espero contar con con tus visitas luego. He pasado rapidito a tu blog, y veo que hay también allí bastantes lecturas. Ya iré explorando con tiempo.

Saludos,
D

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