domingo, 13 de enero de 2013

Apología: "Sin la mosca"

En la antología Prosadictos Relatos publiqué el texto «Sin la mosca». Tenía como propósito principal escribir un relato (es decir, una narrativa con personajes que no necesariamente se definen dentro del mismo texto y con una trama que no necesariamente sigue el arco de exposición-nudo-desenlace) que no solo tomara al lector de la mano y le dijera «mira esto y esto y esto» sino que lo agarrara de las solapas o lo tirara del cabello, y lo arrastrara de principio a fin un tanto desbocado. Esto lo hice como crítica en contra de los bestsellers de moda, como la serie de «50 sombras» y de «Twilight», que poco parecen contribuir al avance del idioma y de las letras. O al menos esa es mi humilde opinion de ellos. La crítica en realidad no es en contra de los autores de semejantes bagatelas literarias (eso sería pura envidia por el éxito obtenido), sino en contra de los lectores. Es decir, ¿en realidad este es el tipo de textos que gustan de leer? ¿Prefieren relatos que no requieran introspección ni agilidad literaria? Entonces tomen: he aquí un texto rudo y veloz que no contribuye en nada a las letras elegantes. ¿No es lo que les gusta comprar?

Para lograr expresar este punto de vista, pensé que la manera más adecuada sería armar un relato de ciencia-ficción. Uno necesita algún dato interesante sobre avances científicos o tecnológicos y uno hace extrapolaciones sobre el tema. Nada que sea demasiado estrafalario, sino que parezca estar a la vuelta de la esquina. Entonces pensé en la teletransportación y la superconducción. Ambos temas son hechos reales en la actualidad, aunque todavía no tienen aplicaciones en la vida cotidiana. A quien le interesen estos temas, hay bastantes reportes en la virtualidad al respecto.

A lo anterior uno debe añadir una buena dosis de tensión romántica o sexual, y también ponerle una pizca de delirio de persecución. Nada más fácil: escriba usted sobre un hombre y una mujer, e incluya organismos gubernamentales o corporativos clandestinos y voilá: lista la receta.

Yo siempre he creído que un autor tiene la obligación de escribir sobre lo que le nazca en el alma. Es necesario redactar con precisión y pulcritud, y hacerlo de una manera interesante y entretenida. Pero lo más importante sobre la escribida es tener una idea clara del motivo o propósito social del texto. No se trata de contar historias interesantes. Para eso existen los abuelos. Se trata de arrear a punta de fuete a la tortuga del idioma y de moldear la opinión del lector. Si no, ¿para qué escribir o para qué leer si hemos de continuar impasibles?

D

7 comentarios:

David Sández dijo...

Me ha gustado la reflexión que haces en el último párrafo, y la comparto plenamente.

Creo que la calidad de una obra, no solamente literaria sino en general, debería (o al menos, podría) medirse, de algún modo, por su capacidad de impacto social. Todos los buenos textos que he leído, además de estar escritos de una forma atractiva, me permitían entrar a un campo de reflexión sobre el mundo y sobre mí mismo, de manera que terminaban por enriquecerme. Novelas como "1984" o "Los siete locos" o "El Castillo" o las obras de teatro de Wilde, o lo que sea... te cambia como persona, y no es (¡jamás!) un mero entretenimiento. Y al transformar ciudadanos se transforman ciudades, supongo.

En fin, a riesgo de irme demasiado de tema, quiero atribuir al egocentrismo de los autores y a la cortedad de los críticos el hecho de que históricamente se haya relacionado el valor de los textos literarios con su estructuración interna y no con todo aquello que el lector puede hacer en posesión de los mismos. Y esto cuando el hecho de que el lector haga uso y abuso de lo que lee es la garantía de que le ha dado vida (y utilidad) a la obra. De otro modo, la literatura no sirve para nada... (Salvo, quizás, para que un grupo de iniciados se lancen mutuamente sus exclamaciones de admiración, muchas veces fingidas, cada vez que uno de ellos exponga un escrito.)

Pero en fin, al resto de los párrafos no los comento porque no tengo la suerte de haber leído tu "Sin la mosca" ni las otras obras que mencionas.

¿Ya los he felicitado por la publicación de la antología? Lo hago ahora.

Un saludo.

Juanjo Díaz Tubert dijo...

Maravilloso articulo, mejor expuesto imposible. En el fondo creo que se trata de lograr hacer pensar al lector y, ojo, no aburrirle.

Daniel A. Franco dijo...

David:
Siempre es grato leer tus comentarios, porque obligan a pensar en todos los aspectos que tienen incidencia con el tema de la literatura. Gracias por la felicitación, y te invito a que leas la antología cuando tengas algún momento libre entre todas tus actividades. El enlace al blog de la antología está en la parte superior de este blog, y se puede leer en línea o descargar el PDF sin costo alguno.
Yo tengo la esperanza de que en esta era de la virtualidad sea posible que los lectores puedan darle el valor necesario a las obras, como lo mencionas, al ser posible una mayor interacción con los autores de los textos. De hecho, nunca antes había sido posible afectar el desarrollo de los escritos como lo es ahora.

Saludos.

Daniel A. Franco dijo...

Juanjo:
Gracias por pasar por este pequeño rincón donde trato de no aburrir a nadie, aunque en ocasiones no sea victorioso en ello.
Me reconforta saber que en este presente de textos fabricados en serie y repletos de sitios comunes aún haya lectores que valoren el placer de flexionar las meninges con las letras, en lugar de consumirlas como cualquier glotón suelto en dulcería.
Saludos.

Esther dijo...

Se lee por placer, decía Borges, y sabía de qué hablaba. Salvo que se trate de lecturas de estudio, pero eso no es leer literatura, es estudiar.

Me gustó esto de que para contar historias interesantes están los abuelos. Me gusta y acuerdo.

No tanto con que se escribe para moldear la opinión del lector. Prefiero pensar que la buena literatura abre ventanas en la mente del lector. Qué haga luego el lector con esas ventanas... Es cuestión suya, no del autor. Puede, incluso, que la utilice para llegar a conclusiones opuestas a la del autor. No importa: es el camino de inquietar la mente y el alma lo que realmente es valioso.

Nada más sobre el cuento, jaja, ¡ya he hablado sobre él! Solo volver a recomendar su lectura.

Abrazos!

Daniel A. Franco dijo...

Gracias por tu comentario, Esther, pero me gustaría mencionar algo: dices que la buena literatura abre ventanas en la mente. Bien. Excepto que creo que la obligación del escritor es dirigir al lector hacia cuáles ventanas se han de abrir. Cierto, que en ocasiones el lector alcanza conclusiones opuestas, pero sobre el mismo tema. Es decir, al final el propósito sí es moldear la opinión del lector. Solo que la gran literatura lo hace a propósito, y no de manera pasiva o reaccionaria, como sucede con las novelas de moda.
O al menos esa es mi impresión.
Saludetes,
D

Esther dijo...

Ah,parece que diferimos en el significado de "moldear la opinión del lector". Entiendo tu punto de vista: que la buena literatura deliberadamente pone sobre la mesa aquellos temas sobre los que pensará el lector. Sin embargo, y más allá de que en otros contextos sí le daría a ese supuesto el carácter de "moldear la opinión" (educación, periodismo), no lo veo como tal en literatura.

Lo cual, por supuesto, es una opinión, jaja.

Abrazos!
Esther

Entradas populares