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Bien, es cierto que la primera parte de este libro lo escribí con mis hijos en mente. Pero desde esos entonces, ya había estado pensando en incluir conceptos que me rondaban en la cabeza sobre la epistemología, el existencialismo, la burocracia y el escepticismo, por mencionar unos pocos. También en esos entonces había estado leyendo sobre la teoría de Miguel Alcubierre sobre el viaje más rápido que la luz con propulsión warp, sobre la paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen y sobre la energía de punto-cero. Obvio, que muchos de estos conceptos quedaron incrustados en este cuento que se supone era para niños.
También, desde la primera parte ya estaba ensayando un poco en escribir una narrativa fracturada entre el presente y el pasado. Esta estructura me inspiró a llevarla a sus extremos en la segunda parte, El viaje en Trineo. Consta de tres secciones bien definidas: el pasado muy lejano, de hace más de diez mil años, que cuenta la tragedia de los Espacialeros y el papel que el Trineo jugó en ese desastre; el pasado en la vida de Niklavs, en el cuarto siglo de nuestra era; y los raros sucesos de este último año en curso. Fue necesario contar las tres tramas al mismo tiempo para evitar desvelar demasiado pronto algunos puntos importantes que dan mayor peso al nudo dramático, y que colocan al desenlace como una posibilidad congruente con el resto del relato.
Los temas subyacentes de la historia son varios y muchos de ellos complejos, que requerirían ensayos completos para desarrollar el tema plenamente. El reto era incluirlos en un relato «para niños» de la manera más natural posible. Por ejemplo, el lector debería llegar a entender que la comuna de androides alienígenas, los El!kves, sirven de alegoría de la experiencia humana actual en las sociedades occidentales modernas. Trabajan sin cesar, obedecen a una autoridad que no les queda claro en absoluto si tiene sus mejores intereses en mente y que no es fácil de identificar, y pasan los días con la única esperanza de alcanzar el siguiente orgasmo. Van de distracción en distracción, realizando labores nimias, inundados de un desasosiego por no conocer su propósito real en la vida, sin siquiera poder articular estos pensamientos para sí mismos. Su tragedia mayor es que no son sino el reflejo de la personalidad de Niklavs, y su ansiedad por no saber sus orígenes ni su destino proviene de las inquietudes comunes de un ser humano. Niklavs se ha convertido en el ícono de su angst, pero en lugar de deificarlo, lo han convertido en mera mascota.
¿Qué decir sobre Niklavs? En esta novela me esforcé por lograr humanizarlo, sobre todo al reducir los milagros por los que es famoso a una talla más prosaica y menos divina. Era importante mostrar que, a pesar de que todos esos milagros que se le adjudican se han reducido a sucesos verosímiles, Niklavs tuvo esos logros por decisión propia y porque sus intenciones eran nobles. Creo yo que una vez despojado de ese manto de misticismo, es posible ver a Niklavs como un héroe mayor que cualquier santo. Es con ese personaje con el que más exploré los conceptos del existencialismo y el humanismo, sin olvidar ni un momento que Niklavs sí operaba desde un punto de vista religioso y de fe.
También exploré en esta novela el concepto de la persistencia de la memoria, y cómo define la creencia de que los humanos son más que la simple suma de sus partes: cada humano existe en la intersección de sus memorias con la realidad. Una versión simplificada de este concepto es el surgimiento del Transporte como entidad nacida de la concatenación de agentes emergentes en sus procesos computacionales. Me parece que la cognición, una vez alcanzado cierto nivel de complejidad, invariablemente conduce a la conciencia.
Existen todavía otros cuantos temas esotéricos que intento explorar con esta novela, pero lo más importante para mí, como escritor, era crear un texto ágil y divertido, que hiciera a los lectores perdonarme por tanto meningitismo pretencioso. Creo haberlo logrado, hasta cierto grado. Como despedida, les voy a revelar un «huevo de pascua virtual» sobre la novela. McCammy, el «PiratElfo», a pesar de ser tan chocante y nunca cooperar con el resto de la comuna, tiene uno de los mayores rangos. El número uno es McElroy, el líder. El dos es McColm, jefe de seguridad. El cuatro es McEnnis, el chef. Pero McCammy, el grosero, es el número tres. ¿Qué trabajo tiene en la comuna? La única pista sobre esto aparece en la segunda parte de la novela.
Respuesta: McCammy es… ¡el adjunto de seguridad! Háganme el favor… A buen árbol se arriman los pobres elfos.
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