domingo, 19 de febrero de 2012

Predícame la despedida

… para algún abuelo


La singular compañía en algún momento; lo único que importaba: fuiste amistad y familia hasta que el mundo se tornó en esquirlas. A veces, el deseo realizado de que estuvieses presente de nuevo —negando lontananza— pareciera apenas a la distancia de un ensueño. Así también el anhelo de esa voz que, con certeza, no se escuchará más.

Pero magras quimeras de retornos no me han de impulsar a realizar todo de lo que me creíste capaz.

Campanas que doblan; ángeles con gestos de mármol; frialdad monumental; concomitancia errada: fuiste gentil y afectuoso. Días colmados de querellarse contra las lágrimas, ¿que nunca muere el pasado?

Que otra vez estuvieras aquí, fugaz, siquiera, aún con la plena conciencia del adiós puntualizando cada frase… Ensayar perdones, lograr la hazaña de la vida; me darías fortaleza para intentarlo.

Ninguna evocación más, nada de llanto a escondidas: que descienda la ceguera sobre los años perdidos… Predícame la despedida.

D

6 comentarios:

Esther dijo...

Me salteé la dedicatoria, no la leí inicialmente. Y, sin embargo, mientras leía, sabía que este texto hablaba de uno de mis seres queridos, ya ausente.

Hermoso, D.

Un abrazo,
Esther

Daniel A. Franco dijo...

Gracias por pasar, Esther. Creo que este texto habla de todos los seres queridos ausentes. Siempre habrá quienes no sepamos cómo dejar partir…

Saludos,
D

Blanca Miosi dijo...

Pues sí. Yo también sentí lo mismo.
Felicitaciones por esa sensibilidad literaria, D.

Feliz Navidad, y que el 2010 te regale lo que más desees!

Blanca

Daniel A. Franco dijo...

Oh, Blanca, que no había contestado tu comentario. Ojalá que hayas tenido una buena Navidad y que tengas un mejor año nuevo.

D

Mónica Bezom dijo...

Hola, Dan: una carta a las huellas de los que nos acompañaron en el pasado, robusta en el pesar y tierna en la robustez de aquel pesar, por quien quisiera verse una vez más. De esa manera lo convocas, lo recreas y lo dotas de una clase de vida, desdeñando la ausencia, llenando el vacío de esa ausencia con la presencia de un recuerdo entero. Emotivo, inteligente homenaje.
Tiene frases realmente para atrapar al vuelo (tal vez, debiera decir "de pulso aéreo), porque las deslizas levemente, jaja, aunque sin muestras de insania, salvo la que estos seres nos dejan en alguna laguna interior.

Me refiero a frases como estas: "fuiste amistad y familia hasta que el mundo se tornó en esquirlas." ; "... pareciera apenas a la distancia de un ensueño."´(hermosa imagen, esa de a la distancia de un ensueño, hermosa realmente);
"Días colmados de querellarse contra las lágrimas,": esta es terrible, dobla el estómago y no lo suelta.

El final, perdóname, me recordó a mi "Fugacidades", sobre todo en esta parte (mía): "¡Otra vez el ritual que me entrega expugnable a las ferocidades de la realidad!"
(Estimo que el tema que nos inspiró ha sido el mismo).

Es que a ciertos seres cuesta soltarlos, aunque se hayan ido hace rato. En fin.

Un texto de una belleza melancólica, que va dejando caer las emociones en forma inevitable, como las hojas caen por fuerza en otoño. O como una lámpara de alabastro que va atenuándose luego del recuerdo. Es poético. Me gustó mucho. O, mejor dicho, me ha hecho discurrir desde el pensamiento hacia el sentimiento, sin perder calor ni ternura.

Un abrazo grande.

Daniel A. Franco dijo...

Ah, Turkesa, esta frase:

"O, mejor dicho, me ha hecho discurrir desde el pensamiento hacia el sentimiento, sin perder calor ni ternura".

Pocas veces me han dado cumplidos así de buenos. "Sin perder calor ni ternura". La meta final de cualquiera que escriba: transmitir algo desde el interior del autor hasta el interior del lector.

Pues te cuento que en esta ocasión el homenaje no es para ninguno de mis parientes, sino para el abuelo de alguien más.

Supongo que el nivel de "empatía" se debe al afecto que le tengo a la persona a la que le escribí el texto, pero no creo que exista nadie así en mi pasado, desgraciadamente…

Aunque antes ya he hablado del "Llanto a escondidas", pero creo que hay una diferencia: ese lamento era por todo lo que no fue. Este texto es más bien un lamento por todo lo perdido.

Y sobre retomar lo bueno, y desechar lo malo. Porque, qué tristeza, pero la pregunta retórica del texto tiene como respuesta una contundente negativa…

"¿Que nunca muere el pasado?"

Nunca.

Pero decir adios no significa decir olvido, y creo que es una lección difícil de aceptar, y una crueldad que exista la necesidad de aprenderla…

Saludos desde mi propio patio escondido.

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